Fuente: L’Osservatore Romano
Educar, con nuevos métodos y horizontes abiertos, en los valores de la humanidad y la trascendencia: es la tarea que el Papa Francisco confió a los participantes en el congreso mundial promovido por la Congregación para la educación católica, a quienes recibió en el aula Pablo VI el sábado 21 de noviembre, por la mañana. En un clima de fiesta y diálogo, caracterizado por una presencia preponderante de jóvenes, el Pontífice respondió de forma espontánea a tres preguntas que le dirigieron un dirigente escolar, un religioso y una religiosa.
Después de recomendar que nunca se haga proselitismo en las escuelas, el Papa partió del presupuesto que no se puede hablar de educación católica sin hablar de humanidad. En efecto, hay que guiar a los jóvenes y a los niños hacia los valores humanos, con especial atención a la dimensión trascendente. Según el Papa Francisco la crisis más grande de la educación, en especial hoy, es la cerrazón a la trascendencia. Porque —dijo criticando abiertamente la tendencia del neopositivismo imperante que se centra sólo en las cosas inmanentes— toda cerrazón no sirve para la educación.
Sucesivamente el Pontífice expresó solidaridad hacia los maestros católicos, comentando que se encuentran entre las categorías profesionales peor pagadas. Al respecto constató también la ruptura del pacto educativo entre familia y escuela y entre familia y Estado. Así, pues, denunció cómo la educación se ha vuelto demasiado selectiva, con la consecuencia de que no todos los niños tienen acceso a ella. También porqué, destacó, el elitismo en lugar de acercar a los pueblos los aleja, separa a los ricos de los pobres, divide las culturas. Urge entonces un nuevo pacto social, acompañado por la necesidad de buscar caminos nuevos, como hizo en su época don Bosco con su «educación de emergencia», la cual tiene como característica ser informal e inclusiva. Al contrario de la educación actual, que es formal y se ha empobrecido ya que se funda en el tecnicismo intelectual.
Entre los ejemplos positivos actuales, el Papa Francisco citó el método de Scholas occurrentes, que rompiendo esquemas tradicionales educa también a través del deporte y el arte, actuando en el lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos. Mientras que, de forma contraria, las escuelas normalmente apuntan a crear super-hombres —los que tienen dinero para pagar las mejores— moviéndose sólo por el criterio del interés, del fantasma del dinero que arruina la humanidad.
Otra consecuencia es la rigidez, allí dónde sería necesario el diálogo, la fraternidad, la universalidad. También por este motivo, añadió, el verdadero educador debe ser un “maestro de riesgo”, como sabe serlo cada padre cuando enseña al hijo a caminar.
Por último, con una referencia a los recientes hechos de crónica, el Pontífice afirmó que la tentación en el momento de conflicto son los muros; pero el fracaso más grande es precisamente el de educar dentro de los muros. Al contrario, repitió, hay que ir a la periferia, porque desde allí las realidades se comprenden mejor que desde el centro. Por lo tanto, ir a las periferias no significa sólo hacer beneficencia y dar de comer, sino también llevar de la mano, acompañar. Y concluyó destacando que en esa perspectiva, sobre todo Europa, se debe volver a educar en los valores de la inclusión.